Kinesiología y relaciones humanas

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El objetivo de relacionar kinesiología y relaciones humanas es brindar métodos y recursos útiles para que la persona pueda mejorar sus habilidades de comportamiento y relación. Dado que desarrollamos estas aplicaciones en un modelo educativo, la dirección de esta mejora personal será siempre un aspecto a elegir por la persona. ¿Cuáles son los factores asociados a las elecciones que tomamos? La respuesta a esa pregunta permitirá dilucidar el nivel de estrés que pudiera tener la dirección que lleva nuestra vida actualmente.

En este contexto, fuera de los aspectos de balance muscular, podemos definir kinesiología como «el uso organizado del mecanismo de facilitación e inhibición muscular». Y por supuesto, cualquier persona mínimamente versada en neurología sabe que los músculos se facilitan e inhiben también en relación a factores comportamentales. La metodología que se utiliza para construir una sesión de trabajo en este contexto, lógicamente, es diferente a si lo que se hiciera fuera valorar la fuerza de un músculo. Las aplicaciones en el comportamiento empezaron a desarrollarse prácticamente desde los inicios de la kinesiología aplicada. Probablemente fue Gordon Stokes, durante años director de formación de la fundación «Touch for Health», quien llevó más lejos esta asociación y trabajo.

La metología necesaria no puede ser un proceso diagnóstico ni muchos menos de catalogación de la personalidad de la persona. El comportamiento y las decisiones en el presente están influenciadas por los sucesos del pasado. Algunos limitando y otros reforzando. Si podemos reducir el peso de los factores que limitan y aumentar el impacto de los que refuerzan, podremos contemplar nuestras posibilidades de futuro de manera diferente y tomar elecciones más funcionales. Esto no significa diagnosticar, si no encontrar opciones.

Muchos de los recursos serán métodos para reducir el estrés asociados a memorias, a estímulos, para que se pueda observar con mayor claridad ese discurrir de la vida en las relaciones, y si se desea, tomar nuevas elecciones en nuestra vida. Las personas vivimos socializadas en un entorno cultural. Para algunas personas esto resulta sumamente cómodo, para otras, las relaciones con los demás y las relaciones con todo el entorno social suele ser fuente de estrés.

Cambiar para mejorar nuestra vida, para que esta sea más funcional, implica elegir. Elegir quó, cómo y de qué manera se va a cambiar. En eso es en lo que puede ayudar la integración de kinesiología y comportamiento humano.

Las elecciones que tomamos en el presente están influenciadas por nuestras experiencias del pasado. Y por supuesto aquello que elegimos en el presente crea nuestro futuro. Por tanto los posibles cambios que estemos intentando realizar, pueden no ser los más adecuados. De hecho puede ser que no estemos cambiando nada, tan sólo repitiendo comportamientos basados en experiencias del pasado. Si en nuestra historia personal hay experiencias o sucesos traumáticos, conscientes o no, al liberar esos traumas del pasado y reforzar los aspectos e imágenes positivas, podremos elegir sin el condicionamiento de esa experiencia. Es decir, recuperaremos la elección para construir la vida que realmente queremos tener.

kinesiologia y relaciones humanas2Pero no necesariamente las experiencias condicionantes son «grandes traumas». A lo largo de nuestra experiencia de vida asumimos creencias que en la actualidad nos limitan y condicionan. Todos los padres influyen con su sistema de creencias en sus hijos. En un momento dado, todos estamos a merced de nuestra ignorancia y prejuicios. Aceptamos, sin cuestionarlos, los sistemas de creencias de nuestros padres por el mero hecho de estar con ellos y amarles, aunque no estuviéramos de acuerdo con ellos.

Porque nos amaban, ellos esperaban que actuáramos según su criterio de la perfección. Porque les amábamos, nosotros hacíamos un esfuerzo para ser perfectos. ¿Alguno de nosotros llegó a complacerles por completo? No, éramos lo perfectos que podíamos ser a nuestra forma y no fue suficiente.

Eso nos generó miedo, pena y culpa. Puesto que es duro vivir con tales emociones, las escondimos tras oposición, rabia y resentimiento. ¿Por qué no? Eso es lo que hacían los adultos. De hecho, lo aprendimos con su ejemplo. Además aprendimos de ellos a negar los sentimientos, a modificar nuestra percepción, llegando a alterar estímulos sensoriales específicos. Creamos, lo que podríamos denominar, áreas ciegas disléxicas en la percepción. Nos colocamos en una situación donde los bloqueos de aprendizaje son automáticos, por cuanto no tenemos nuestras habilidades perceptivas disponibles. Poco a poco hemos generado conflictos entre cómo vivimos y los compromisos que adquirimos con nosotros mismos. En definitiva, hemos aprendido a expresar el miedo y la rabia, a ser hostiles.

En los siete primeros años después de la concepción se construyen los pilares psicológicos en los que nos apoyaremos el resto de la vida. Una vez establecidas las pautas quedan impresas para el resto de nuestra vida. En esta etapa aprendemos cómo hay que actuar para poder sobrevivir en este mundo.

Y así seguimos por la vida, principalmente en nuestra adolescencia cuando nos reafirmamos como personas adultas. Pero si somos prisioneros de las cadenas de la niñez, empeoramos cada día en lugar de mejorar, acumulando sufrimientos basados en el intento de ser perfectos y de obtener los mejores resultados. Las dos mayores preocupaciones que hay que afrontar en la vida, nos atraparon desde que éramos niños.

Estas viejas reglas pasadas de generación en generación, la perfección y los resultados, sólo producen miedo, culpa, indiferencia y separación, nunca han funcionado para aumentar la felicidad y el autocrecimiento. Les fallaron a nuestros abuelos, las fallaron a nuestros padres y nos fallan a nosotros también.

Cuan diferente habría sido nuestra vida si hubiéramos aprendido de niños que todos los seres humanos tienen elección y que nuestras creencias cambian según la experiencia y el conocimiento. Que cada ser humano es un individuo único con una huella genética completamente distinta a cualquier persona en el mundo. Que admitir los errores es una virtud. Que cambiando nuestra mente seriamos más funcionales, viviríamos en unas relaciones más armoniosas. Identificando y limpiando los traumas pasados que limitan la percepción en el presente, para recuperar la elección y la confianza en nosotros mismos como la única fuente válida para las elecciones que afectan a nuestra vida.

Todos somos conscientes de algunos de los postulados que forman nuestro sistema de creencias. Sin embargo estas creencias se enraízan en lo más profundo de nuestra experiencia y de nuestro subconsciente. Nuestros mecanismos de supervivencia automáticos filtran los estímulos sensoriales, los comparan con percepciones almacenadas del pasado y, si encuentran coincidencias, nos hacen reaccionar conforme a pautas almacenadas.

Con el test podemos llegar a los bancos de memoria para contactar con los sentimientos profundos y con las creencias que no están claramente conectadas con el presente. Gracias a lo cual podemos averiguar cómo se siente una persona con ciertas experiencias que no recuerda claramente a nivel consciente.

Liberando el estrés asociado a una experiencia pasada, podemos cambiar al efecto de los recuerdos del pasado sobre el presente, y por tanto, su influencia en nuestro futuro, al recuperar la elección en el presente.

Al identificar con el test los bloqueos específicos de energía que encierran la emoción negativa en las experiencias pasadas en la recesión de edad y descubrir cómo liberarlos, puedes seguir creando la vida y la realidad que realmente quieres.

La persona que tiene el problema tiene la solución. Quién hace la pregunta tiene la respuesta. Ten una buena opinión de ti, confía en tu propia decisión y en tus elecciones. Como terapeuta, tu tarea es hacer esa conexión, y respetar la experiencia de vida individual de esta persona.

Todos creamos nuestra realidad.

Francesca Simeón Roig
Psicóloga y Kinesióloga
www.vidakine.com